La idea de construir el monumento fue una iniciativa del cura párroco de Escazú, Pbro. Walter Howell Castro, quien un día leyendo el libro “Los muertos de la Campaña Nacional 1856-1857”, de Monseñor Sanabria, publicado en 1932, se entero que más de la cuarta parte de los soldados que murieron en la batalla de Rivas eran de Escazú. Esto le hizo pensar como es que nunca se hubiera levantado un monumento en homenaje a tan heroicos escazuceños.

Esa misma inquietud había sido planteada años antes por el historiador Jorge Montoya, por medio de las páginas del desaparecido periódico local “El Brujo”.

 

Esta mañana la Policía Municipal izó la bandera de Costa Rica y la de Escazú en el homenaje a los escazuceños caídos en la Campaña Nacional 1856-1857.

 

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El sacerdote, conjuntamente con el Club de Leones, la municipalidad y el historiador Prof. Jorge Arturo Montoya Alvarado, decidieron poner en marcha la construcción de la obra.

Revisando los folios de marina y guerra de Archivos Nacionales, y con datos del Museo Juan Santamaría, la Biblioteca Nacional y fuentes secundarias, el Prof. Montoya logró reunir una lista de 80 escazuceños que habían participado en la gesta heroica, y quizás se hubieran podido conseguir más, pero como se tenía previsto inaugurarlo el 15 de setiembre de 1995, el tiempo no fue suficiente.

 

Representantes del sector educación y familiares de los escazuceños caídos en la Campaña Nacional se presentaron al acto conmemorativo en Escazú centro.

 

 

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El financiamiento se consiguió por medio del Club de Leones, quien puso a la venta bonos de ¢500, ¢1000 y ¢2000, recolectando de esta manera el dinero necesario. La mano de obra la aportó el municipio y el singular diseño lo creó el padre Walter.

La “Josefa”

La campana que adorna el monumento es una verdadera joya del pasado. Se llama “Josefa” y fue regalada a la parroquia por el Pbro. Dr. José Zamora en 1902. “Josecito”, como le decían al padre Zamora (de ahí el nombre de la campana), fue cura párroco de Escazú de 1873 a 1882, y por su carácter bondadoso era muy querido por sus feligreses, por lo que él, en retribución al cariño que le tenían, quiso dejarles este recuerdo.

La “Josefa”, construida totalmente de hierro en los talleres de Obras Públicas del Gobierno de Costa Rica, permaneció varios años en el campanario de la iglesia, hasta que alguien, no se sabe quién, la tocó cuando estaba sonando y se quedó muda (una campana no se puede detener bruscamente con las manos cuando está sonando porque se daña.) Se dice que su tañido se escuchaba en Guachipelín y aun en Santa Ana.

Fuente: Historia de Escazú.