RubenTop Feb 2022

La nomofobia infantil no es simplemente una tendencia ni un arrebato digital, es una fractura silenciosa que se instala en la afectividad, atención, vínculo social e identidad de los más pequeños. Reconocerla es el primer paso para un acompañamiento integral que contribuya a equilibrar las relaciones personales con la tecnología.

Para empezar, la Nomofobia es el miedo excesivo a estar sin el teléfono móvil, misma que se está experimentando en etapas más tempranas. Existen señales ocultas de nomofobia infantil que resultan claves respecto al apego de los menores con su dispositivo móvil:

  • El menor no tolera tiempos sin pantalla u otro estímulo digital, dificultando sus horas de estar “inactivo”.
  • Un silencio prolongado, actitud retraída o mal comportamiento cuando se le quita el celular.
  • Si la niña o el niño reacciona con irritabilidad cuando el teléfono se descarga o no hay señal.
  • Sus horarios de siestas o ir a la cama se descontrolan por estar con el celular, incluso si lo busca en las madrugadas.
  • El menor está en constante pregunta de “dónde está el celular”.

“La estimulación visual y auditiva que los niños reciben del celular afecta directamente a su cerebro, ya que son estímulos rápidos que ellos no pueden entender, procesar o retener la información de manera adecuada por la inmadurez de este. Esa búsqueda de satisfacción inmediata está relacionada con la generación de dopamina, la sustancia que nos hace estar felices, y el uso de celular incrementa la producción de esta, produciendo un efecto placebo; contrario al no uso del celular se alteran comportamientos y conductas debido a la falta de satisfacción inmediata”, así lo explica Anayeli Pérez, Psicóloga Clínica y especialista en Neuropsicología.

Tiempos, pantallas, emociones: el lado invisible de la conexión

Ese sentimiento de “no tener el celular a la mano”, además de una dependencia obvia, tiene consecuencias como trastornos de ansiedad, falta de concentración, conducta inapropiada, desatención escolar o aislamiento. Hoy en día, todos estos aspectos están afectando de manera negativa la salud mental de los niños y las niñas, planteando nuevos desafíos en torno a la crianza y el uso de la tecnología. A continuación algunos de los efectos de la nomofobia infantil:

  • Ansiedad constante y reacciones emocionales: aunque no haya una manifestación explícita al quitarle el móvil al menor, puede desarrollar ansiedad o angustia interiorizada cuando no tiene acceso, estableciendo un patrón de miedo a perderse algo relevante por no responder mensajes o estar conectado, conocido en inglés como FOMO (Fear Of Missing Out).
  • Déficit atencional y rendimiento escolar: el no tener el celular cerca pero mantenerse alerta a cualquier notificación o interacción digital, hace que el menor cree una división mental entre sus asignaciones escolares y el dispositivo móvil, afectando su tiempo de concentración. Un informe de la UNESCO indica que “aunque la tecnología tiene el potencial de ser un recurso educativo, su uso inapropiado o excesivo afecta el rendimiento académico, la concentración y autocontrol”.
  • Aislamiento virtual: socializar cara a cara se ha hecho más difícil para los niños, dejando de lado vínculos personales y reduciendo sus oportunidades de desarrollo emocional.
  • Celular como herramienta de validación externa: muchos menores están definiendo su identidad digital al mostrar que utilizan el móvil; pero esta se ve afectada cuando ese uso es interrumpido, experimentando vergüenza, problemas de autoestima, inseguridades y, en casos complejos, distorsión de la realidad.
  • Desarrollo de adicciones: así como la nomofobia se ha convertido en una adicción, al generar una dependencia constante al móvil, esto puede traspasar hacia otro tipo de adicciones como las emocionales, afectivas e incluso más serias relacionadas con algún tipo de droga, obviamente en edades más avanzadas.

El Informe de la UNESCO también menciona que “durante la pandemia, el tiempo frente a pantallas aumentó en promedio 50 minutos diarios en niños de 3 a 8 años en países desarrollados”, por lo que se puede intuir que el resto de los países no estuvo exento de esta realidad, incrementando la nomofobia infantil en el tiempo reciente. De acuerdo con Pérez, hay niños o niñas que al exponerse al celular sin control ni límites comienzan a comparar aspectos propios como su físico, capacidad intelectual o estrato social, desconectándose de su “propio yo”.

No es espionaje, es acompañamiento inteligente

Los celulares no deben verse como cajas de intercambio emocional ni como herramientas sin límites para los menores de edad; de ahí la relevancia de enseñarles a utilizar el dispositivo con sentido, ya que los menores pueden terminar siendo víctimas de ciberacoso o grooming al sentirse tan vulnerables digitalmente. En este acompañamiento inteligente hay recomendaciones y buenas prácticas que resultan fundamentales:

  • Detección temprana: anticipar emociones y reacciones contribuye a identificar aquellas señales invisibles pero presentes en el comportamiento de los menores y que requieren de ayuda profesional.
  • Educación digital: la construcción de conocimiento respecto al uso de los celulares y un comportamiento digital sano, son aspectos que deben explicarse según la edad del niño o la niña. Esta puede ser acompañada de un experto en la materia.
  • Interacción social: fomentar rutinas caseras o al aire libre (según la edad) que permitan a los niños tener contacto con otros menores, entre ellas: actividades físicas, juegos, talleres, lectura u otros espacios de conversación sin dispositivos celulares.
  • Apoyo especializado: en casos de nomofobia infantil identificados, la intervención de un psicólogo u otro especialista en salud mental es indispensable para controlar y/o cambiar conductas y percepciones de la realidad.
  • Formación parental: ya sean padres de familias, encargados u otros familiares, conocer sobre la nomofobia infantil unida a un uso saludable de la tecnología pueden cambiar la cultura familiar. La comunicación es indispensable.

Es recomendable que los adultos moderen el uso de sus teléfonos para practicar con el ejemplo. Un estudio de Nomophobia reveló que el 78% de los latinoamericanos se considera dependiente de sus smartphones para las actividades diarias.

Un llamado a la acción

El futuro de la infancia no puede quedar atrapado entre notificaciones y juicios digitales externos, sino que debe construirse desde un contacto más humano, comunicativo, cooperativo y real. No es solamente cuestión de prestar o proporcionar un dispositivo; también se requiere supervisión más estructurada y respaldo familiar, educativo y, si se requiere, en el área psicológica.

Finalmente, Pérez menciona que “el abordaje integral de los niños y las niñas requiere de un fuerte compromiso de nosotros los adultos. Estar vigilantes de su desarrollo en edades tempranas frente a la tecnología y atacar cualquier señal anómala, es parte de una crianza con propósito en su crecimiento psicológico y social; el llamado es a ser pacientes y a acompañarlos en una realidad cada vez más digital”.