La pandemia nos ha demostrado con el paso del tiempo, todos los estragos que ha provocado en tan poco tiempo.
Ya a un año de haber pasado este gran acontecimiento que puso al mundo de cabeza, día con día seguimos observando que esto aún no se detiene. Tras el gran golpe económico dejado por la pandemia, a muchos países se les ha dificultado el levantarse y reactivar su economía, lo que a provocado que muchas personas dejen de esperar algún resultado y busquen como trasladarse en busca de nuevas oportunidades, lo que tristemente ha traído consigo una variedad de atrocidades que no tiene fin.
En esta búsqueda de nuevas oportunidades se ha observado cómo las fronteras tienen un rol represivo, y su cierre ha reforzado la vulnerabilidad y exposición al riesgo de muchos migrantes.
En América Latina las políticas migratorias se han ido uniformando con el fin de detener el desplazamiento humano, sin embargo, esto no es tomado como inmovilidad, sino que se convierte en un mayor riesgo para estas personas que migran, en donde los que son las víctimas, se convierten en “criminales”.
Se debe tomar en cuenta que las personas migrantes en esta situación son forzadas a cruzar las fronteras por pasos no habilitados, por rutas clandestinas, ya que no regresarán a sus países de origen cuando están tan cerca de cumplir su propósito.
El aumento del tráfico en los últimos años ha sido protagonizado por personas provenientes de República Dominicana, Haití, Cuba y Venezuela. Para todos estos países, hay políticas migratorias que han restringido el ingreso a los países mediante la imposición de visas consulares, lo que es observado como racismo estructural. En este sentido, la política migratoria, mediante el sistema de visados, produce migrantes racializados, más “fáciles” de detener.
Con respecto a las políticas migratorias se identifica cómo se elaboran y legitiman categorías tales como “delito”, “ilícito”, “irregular”. De manera generalizada, la tipificación del “tráfico ilícito de migrantes” en las leyes nacionales responde a una adecuación de la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada.
La elaboración de estas categorías proviene de las agencias internacionales dependientes de la Organización de las Naciones Unidas, así como la Organización Internacional para las Migraciones, las cuales instan a los Estados a tomar decisiones, a firmar y ratificar acuerdos multilaterales que uniformizan las políticas. Esto se puede evidenciar con ejemplos, como el caso de Ecuador, que convirtió la trata y el tráfico en problemas de seguridad, y como tales, los ha combatido y controlado. (Nueva Sociedad, 2020)
Actualmente en Costa Rica, se vive una crisis migratoria que en el último año se ha visto muy presente, pues durante años se ha presenciado el traslado de los nicaragüenses al país, el paso de los haitianos por estas tierras, y en los últimos meses a los venezolanos.
Debemos de concientizar que muchos de estos desean migran con el pensamiento de llegar a Estados Unidos, en la búsqueda de ese sueño americano que muy pocos logran, tristemente, muchos de estos migrantes solo desean estar de paso por estos países, pero se han encontrado con muros de frente y no se han podido desplazar hacia otros países para continuar con su camino.
En el esquema jurídico con respecto a las migraciones que se ha elaborado hasta hoy en el ámbito del Derecho internacional resulta abiertamente insuficiente para la regulación y gobernanza de los flujos migratorios.
El régimen establecido se sitúa en el punto de encuentro entre dos postulados jurídicos antagónicos: el derecho de las personas a movilizarse libremente a través de las fronteras y el derecho de los Estados a rechazar la entrada de los migrantes a su territorio. La tensión indiscutible entre estos dos, lo vuelve contradictorio, y es lo que se manifiesta en todas las fases del proceso migratorio.
La ignorancia presente en países como el nuestro en relación con la migración y la xenofobia presente por parte de los residentes de un país, vuelven aún más difícil este proceso en busca de la felicidad y estabilidad para cada una de esas familias migrantes. Por otro lado, las políticas de cierre a estas personas, da a relucir el poco estudio y enfoque en estos casos, que por muy lejanos que se vean a nuestra situación interna, no se debe de dar por sentado que así vaya a ser siempre, por lo que, deberíamos eliminar todas esas fronteras que marcamos hoy en día, derribar esos muros imaginarios que hemos construidos nosotros mismos.
Para Mundo Escazú:
Ashley Gómez Pérez, Relaciones Internacionales, Universidad Latina de Costa Rica.